3.1.06

La casa de los artistas


Esto tengo que contarlo por que es uno de esos sueños mágicos que me visitan mientras mis ojos permanecen cerrados mientras mi alma turista visita quizás que lugar.
Caminaba por alguna calle de Santiago en esos paseos sin rumbo que suelo dar en las tardes de verano.

En una calle pequeña, que daba a un hermoso parque, en una puerta de lo que parecía una humilde casa, me encontraba con mi amigo Juan al que no veo hace muchos años.
Me saludó con cariño y con los ojos de melancolía que siempre tuvo. Se veía algo desaseado, pero más que nada como abandonado, pero no estaba mal. Me invitaba a pasar a su casa y deje de verlo.

La casa era antigua, de muros altos y sólidos. Con muchos ventanales y luminosa. Al interior había mucha gente afanados trabajando en la restauración de la casa. Pintaban un muro azul y otro amarillo. Alguien me decía que todos los que vivían ahí eran artistas de distintas disciplinas, todos estaban alegres y no se incomodaban por mi presencia ya que circulaba más gente por la casa.

En el salón dónde pintaban la pared azul, había una preciosa y antigua lámpara de lágrimas que denotaba la lejana nobleza de la casona.

Yo me dirigí de un salón a otro, descalza pisaba pintura azul y mis huellas se marcaban en el parquet. Me decían que no me preocupara que luego limpiarían. Seguí recorriendo algunas habitaciones y conté las camas para saber cuanta gente podía estar viviendo allí.
En total eran 14.

Una niña colocaba cubiertos de plaqué sobre una mesa larga de madera café moro. Me decía que esa mesa la ocupaban para comer y que cuando habían más comensales ocupaban los tableros de la reconstrucción para que todos alcanzaran a participar del evento.

No sé si seguí soñando o me desperté, pero sin duda fue un momento de magia. Aun siento el olor a la pintura fresca.

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