13.12.05

NAUFRAGO III


Al día siguiente todos se enteraron del naufragio, muchos lloraron creyendo que no había nada por hacer y estaba todo perdido. Otros dijeron que su tragedia era parte de las probabilidades y azares, que más de alguien ya había naufragado por esas aguas con mejor o peor suerte.

Las abuelas del pueblo dicen que fue una corriente profunda que dañó su timón y le hizo extraviar el rumbo, pero que Dios sabe por que hace las cosas, y lo mejor en estos casos es entregarse a su voluntad.

Los pescadores de la caleta cuentan que las sirenas entonaron su canto para encantarlo y robarle, a una mujer, un hombre digno de los reinos de neptuno.

Hay quienes culpan a la luna y su revolucionaria costumbre de levantar mareas, unos cuantos culpan al destino, a la fortuna y al camino que ya estaba trazado.

Cuando se enteraron de que estaba vivo, que el capitán se había transformado en un naufrago, que le había ganado al mar, a la noche y la muerte, no dudaron en que pronto tocaría tierra y prepararon una fiesta para celebrar su retorno con flores, frutas silvestres, música y baile.

Pero esta historia, a diferencia de otras, no ha escrito su final.

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