VIEJO RETUTATUTA

Supongamos que comencé a escribir, o a trazar letras con alguna intención más o menos coherente a principio de los años 80. Desde esa ridícula y nostálgica época recuerdo que comencé a escribirle cartas al pascuero, con la ilusión de que un personaje que no tenía, ni tendría el gusto de conocer, atravesara el planeta para llegar al fin del mundo para traerle una muñeca a una cabra chica mañosa y regalona, o sea yo.
A pesar de que ya no lo escribo cartas, me gusta creer en él, en las ilusiones y en los sueños que promete hacer realidad. Por eso inevitablemente, año tras año, vez que lo veo, le pido mi regalo de navidad, y nada, nunca lo envía, nunca llega, no se acuerda, no le quedan. Si hay alguien en este mundo que sepa hacerse el gil, ese es el viejo pascuero.
Todos lo años la misma historia, deposito mis ilusiones en su espíritu navideño, cierro los ojos, me concentro y pido lo mismo diciembre tras diciembre. Veo al pascuero en la calle, en los malls, en el metro, en la tele, en el diario, en el super. Gracias a Dios aún no soy lo suficientemente paranoica y esquizoide como para pensar que me esta acosando o que tal vez es una reproducción holográfica de mi mente desbordada imaginación.
Rojo eternamente, barbón, anciano sin ser senil, habita su sauna particular. Ríe con una sola vocal, más que por costumbre, por avaricia o falta de creatividad. Siempre amparándose en otros, claro más débiles de carácter que él, renos y duendes, inútiles para mi gusto, le siguen el amen.
Por eso me cansé y me aburrí de esperar, si la reforma procesal fuera tan efectiva uno podría demandar a delincuentes como este que destruyen ilusiones y roban sueños y se siguen carcajeando en nuestra cara. JOJOJO. Se de quienes con gusto harían una demanda colectiva y pedirían las penas del infierno para que ardieran renos, duendes y todos los santas, viejos pascueros y nórdicos noeles. Viejo retutatuta, te queda una sola y exigua oportunidad de cumplir. El tiempo te juega en contra. Cumple esta vez si quieres volver a reír.
NAUFRAGO III

Al día siguiente todos se enteraron del naufragio, muchos lloraron creyendo que no había nada por hacer y estaba todo perdido. Otros dijeron que su tragedia era parte de las probabilidades y azares, que más de alguien ya había naufragado por esas aguas con mejor o peor suerte.
Las abuelas del pueblo dicen que fue una corriente profunda que dañó su timón y le hizo extraviar el rumbo, pero que Dios sabe por que hace las cosas, y lo mejor en estos casos es entregarse a su voluntad.
Los pescadores de la caleta cuentan que las sirenas entonaron su canto para encantarlo y robarle, a una mujer, un hombre digno de los reinos de neptuno.
Hay quienes culpan a la luna y su revolucionaria costumbre de levantar mareas, unos cuantos culpan al destino, a la fortuna y al camino que ya estaba trazado.
Cuando se enteraron de que estaba vivo, que el capitán se había transformado en un naufrago, que le había ganado al mar, a la noche y la muerte, no dudaron en que pronto tocaría tierra y prepararon una fiesta para celebrar su retorno con flores, frutas silvestres, música y baile.
Pero esta historia, a diferencia de otras, no ha escrito su final.