Tentación
No hice mas que un día ofrecerle una manzana, un día, poco después de su llegada, dijo a viva voz... “...tengo hambre” y le dije que lo único que podría ofrecerle era una manzana. Desde el otro lado me miró con sus ojos de gatito y recibió la manzana como una ofrenda que respondía a su súplica.
A los días, prefería verme de reojo, en silencio y brevemente durante los minutos comunes. Sin que él lo notase, buscaba sus rubios cabellos para que me llevasen por sus ondas hasta sus ojos claros, así, hasta que los encontraba como por casualidad.
Por alguna razón que desconozco este pueril Adan, ya no quiere que lo ignore, con la valentía que pocos tienen a mi edad y que ninguno tiene a la suya, me provoca con la mirada directa y fija, y le da lo mismo quien esté y que piensen.
Si este fuera el paraíso y no el infierno, si quisiese de una vez por todas ser solamente eva, sin edad, sin piedad, sin tiempo y sin esperar nada más que calor, piel y manzanas, caería en la tentación.
Si él insiste como hasta ahora, no sé que historia termine contando.
Tras uno de sus intentos fallidos, según él, de que sus ojos atrapen a los míos, se acerca, me besa y simplemente se va.
Oh, temptation, temptation, I can't resist...
MERITO DE INTENSIDAD

De alguna manera siento que el aire, el agua, la tierra y el fuego han conjurado a mi favor potenciando una fuerza desconocida. Si, puede que sea una más de mis locuras, pero hoy creo que todo es posible, que lo que desee esta al alcance de mi mano, que de alguna manera soy capaz de abrazar al mundo. Por eso tengo una necesidad incontrolable de escribir y no logro concretar en el papel, todo lo que escribo con la cabeza.
Es una energía tan curiosa que me mueve y me provoca pasearme por la vida de todos desordenando y revolucionando con una sonrisa. Lo particular es que no tiene que ver con los otros, con el resto del mundo, sino con la vuelta del otro lado de esos días lejanos y grises cuando hace más de tres años el mundo me pesaba y la realidad no vestía su mejor traje.
También es cierto, reconozco mi agotamiento como resultado de un año que se fue con muchos dolores y alegrías, que la noche ha cobrado su precio en mi cuerpo, que las sombras bajo mis ojos no han sido gratuitas. Entonces es doble el mérito de intensidad.
El verano es mi aliado pues como la tierra que entrega sus frutos y girasoles, yo también entrego a mi paso.
No, si tampoco se trata de creerse el ombligo del mundo, tengo tantos defectos y errores como el que más. He llegado a pesar que en promedio puedo tener 2 a 3 defectos por cada día de los 365, y hay veces, como en año bisiesto, que me doy el lujo de tener hasta 4 por día, y si ando entusiasmada.. mejor ni contar, Pero es parte de mi sal y pimienta, de mi menta y romero.
Quiero volcarlo todo en tinta, sin pretensiones, pero con esta fuerza que me hace escribir millones de cosas en el pensamiento y que por tiempo no logro que esta sangre quede en el papel, como la historia el violín rojo o la de aquel personaje que a falta de tinta plasmo su letra con plasma.
Quedan todos bienvenidos a este viaje, suban y abrochen sus cinturones. Los temerosos de la velocidad por favor abstenerse en el anden.
Corazones remendados

En estos últimos tiempos me he encontrado con corazones dañados, heridos, maltrechos, rearmados de cenizas y algunos solo rasguñados pero igualmente con ardor.
Tantos corazones dolidos, desorientados, agotados de amar sin retorno, sin entender el desamor. Es cierto, yo tampoco entiendo como han podido ser desamados si son maravillosos corazones luminosos y entregados.
Para ser justos, todos hemos desamado en más de alguna oportunidad, hemos desatendido otros corazones con o sin intención. Hemos pasado por el lado concientes, a veces agradecidos, pero sin tomar lo que nos ofrecen, quizás para evitar dañar. Que engaño, siempre rasguñamos de alguna manera y a veces pasamos el dedo por la llaga sangrante. Me declaro culpable de heridas no premeditadas.
También he visto como corazones recogen su pedazos y se reconstruyen con púas, ni el mar podría contener tantas lágrimas. Afortunadamente he visto como se han sanado con bálsamos de otros amores y poco a poco han soltado los alambres y han vuelto a sostenerse.
Están aquellos otros a los que con lamidos acariciamos, limpiamos y nos quedamos hasta que amaine el temporal. A veces la casa queda tan acogedora que nos quedamos primaveras, veranos y otoños olvidándonos del invierno.
Corazones rojos, azules, amarillos, violetas; corazones baldíos, desérticos, trizados, cerrados por derrumbe, sangrantes, dolientes; tiritas de este corazón partí’o. Corazones de rompecabezas y rompealmas. Corazones estallados, estrellados y estrellados de estrellas.
La casa de los artistas
Esto tengo que contarlo por que es uno de esos sueños mágicos que me visitan mientras mis ojos permanecen cerrados mientras mi alma turista visita quizás que lugar.
Caminaba por alguna calle de Santiago en esos paseos sin rumbo que suelo dar en las tardes de verano.
En una calle pequeña, que daba a un hermoso parque, en una puerta de lo que parecía una humilde casa, me encontraba con mi amigo Juan al que no veo hace muchos años.
Me saludó con cariño y con los ojos de melancolía que siempre tuvo. Se veía algo desaseado, pero más que nada como abandonado, pero no estaba mal. Me invitaba a pasar a su casa y deje de verlo.
La casa era antigua, de muros altos y sólidos. Con muchos ventanales y luminosa. Al interior había mucha gente afanados trabajando en la restauración de la casa. Pintaban un muro azul y otro amarillo. Alguien me decía que todos los que vivían ahí eran artistas de distintas disciplinas, todos estaban alegres y no se incomodaban por mi presencia ya que circulaba más gente por la casa.
En el salón dónde pintaban la pared azul, había una preciosa y antigua lámpara de lágrimas que denotaba la lejana nobleza de la casona.
Yo me dirigí de un salón a otro, descalza pisaba pintura azul y mis huellas se marcaban en el parquet. Me decían que no me preocupara que luego limpiarían. Seguí recorriendo algunas habitaciones y conté las camas para saber cuanta gente podía estar viviendo allí.
En total eran 14.
Una niña colocaba cubiertos de plaqué sobre una mesa larga de madera café moro. Me decía que esa mesa la ocupaban para comer y que cuando habían más comensales ocupaban los tableros de la reconstrucción para que todos alcanzaran a participar del evento.
No sé si seguí soñando o me desperté, pero sin duda fue un momento de magia. Aun siento el olor a la pintura fresca.